Ayer día 22 de julio me invitaron a partipar en un programa de alcance nacional en una de las principales cadenas de radio españolas. El mensaje que recibí, que por supuesto anonimizo (¡qué cosas!), fue el siguiente:
El 22/7/22 a las 12:54, xxxx escribió:
> Buenos días Javier.
> Mi nombre es xxxx, pertenezco al equipo del programa yyyy presentado por zzzz.
> Actualmente, nos encontramos organizando un debate sobre el anonimato en redes sociales para el próximo dd de mm a las hh:mm, habría una postura a favor y otra en contra.
> En base a lo que hemos investigado, nos encantaría poder contar con su visión.
> Quedo a la espera de tu confirmación y te adjunto mi contacto directo para cualquier duda: 0123456789
> Muchas gracias, un saludo.
Mi respuesta fue la siguiente (que también anonimizo y corrijo unas erratas):
Buenas tardes, xxx.
Gracias por su mensaje e invitación, pero se me plantea un problema ético para participar en un debate de esa naturaleza.
Para mí, el anonimato es uno de los derechos fundamentales. Hasta tal punto es así que la Unión Europea tiene desplegado todo un sistema normativo (el Reglamento General de Protección de Datos) para proteger la privacidad.
Por tanto, debates sobre el anonimato en las redes sociales, en los que se dé voz a una persona partidaria de que no exista tal anonimato, es dar una voz contraria a los derechos fundamentales. Y ahí aparece mi problema ético. No debato con una persona homófoba, racista o machista. Creo que a dichas personas no hay que darles voz. Ni siquiera bajo la pretensión de un debate en la que hay una postura a favor y una postura en contra.
Y ya, por último, creo que esa cuestión también debiera ser planteada por el periodismo: no dar nunca la voz a personas cuya opinión es contraria a los derechos fundamentales. Aun cuando su falta de respeto aparezca bajo la piel de cordero de que así se evitarían delitos.
Espero que lo comprenda.
— Cordiales saludos, Javier de la Cueva
El entorno informacional se ha vuelto tóxico. Cuidarlo significa que no son de recibo los debates en los que se da voz a ambas partes bajo una pretendida objetividad. No hay debate posible, entre otras faunas, con terraplanistas, nazis, terroristas, homófobos, racistas, negadores de violencia estructural, de evidencias científicas o talibanes religiosos de los NFTs.
Ya saben, si quieren todavía más sociedad del control, nada mejor que suprimir el anonimato para ejercer la libertad de expresión.